sábado, 10 de enero de 2009

La fantasía en la obra de Haruki Murakami



A menudo somos los lectores (y también algunos escritores) los que nos empeñamos en permanecer en el ghetto y convertirnos en estandartes de eso que llamamos con cariño género fantástico, en contraposición al mainstream, donde te puedes encontrar cualquier cosa (también muchas, muchísimas buenas). Yo a veces salgo del "castillo" de la ciencia ficción y encuentro "alguna cosilla" interesante. En una de estas excursiones descubrí al escritor japonés Haruki Murakami. Pero no crean, Murakami no es mainstream puro, le gusta coquetear (y a veces incluso más que eso)con la fantasía.
No todos sus libros y volúmenes de cuentos están publicados en castellano. Su primera novela en castellano es La caza del carnero salvaje (1982). En ella yo encuentro algo más que cierto tufillo a fantasía. El dicho carnero no es más que la representación de un poder que de época en época decide habitar dentro de un ser humano dotándolo de inmensas habilidades todas encaminadas a dominar el mundo (como le pasó a Gengis Khan). El sufrido protagonista, enredado en la búsqueda a causa de un viejo amigo al que perdió la pista, cuenta con ayuda de una modelo de "orejas" que está convencida que éstas le otorgan superpoderes (ya que resulta totalmente anodina cuando sus orejas le tapan el pelo y toda el mundo se queda encandilado con ella cuando las muestra). Pero eso no es todo, otro de los personajes es un extraño "hombre carnero". Al final encuentra a su amigo y puede, sí, hablar con él, resulta...que está muerto.
En 1987 escribió Tokyo Blues (cuyo título de verdad es Norwegian Wood en referencia a la canción de los Beatles). Es mi novela preferida de Murakami y ¡sorprendentemente! ésta no tiene ningún elemento fantástico.
De 1992 es Al sur de la frontera, al Oeste del Sol. No parece tener nada fantástico en su argumento hasta que uno medita sobre la posibilidad si la Shimamoto que el protagonista conoce ya en su madurez no es más que producto de su imaginación. Él mismo duda, yo dudo y algunos de mis compañeros de la tertulia literaria a la que pertenezco también.
En 1995 aparece Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Ésta es una obra densa, en la que podemos encontrar casi de todo. Desde descripciones de torturas y asesinatos cometidos por soldados japoneses durante la ocupación de China hasta la historia de un prisionero en un campo de concentración soviético en Siberia. El protagonista tiene una especie de poder capaz de sanar el interior de las personas y, además, para salvar a su esposa desaparecida debe buscar en el fondo de un pozo la entrada a otro mundo (o Universo paralelo, como se quiera decir).
Sputnik, mi amor(1999) es otra historia en la que es posible salir de este mundo para...viajar a otro sitio (en ningún momento descrito).
Kafka en la orilla (2002)nos hace partícipes de una guerra entre dos poderosos seres (dioses) encarnados en las figuras de Johnny Walken (el del whisky) y el Colonel (con "l") Sanders (el de los pollos de Kentucky). Peones en toda esta historia son un adolescente que se ha escapado de casa y un viejo (retrasado a causa de una extraña experiencia que le sucedió de niño).
Sauce ciego, mujer dormida es una antología de cuentos escritos entre 1981 y 2005. Muchos de ellos tienen elementos de fantasía. Mi preferido es La tragedia de la mina de carbón de Nueva York que cuenta con la "muerte" como protagonista directa.
Por último en 2008 apareció After Dark. Otra vez nos encontramos con comunicaciones y enlaces entre dos mundos, el nuestro (o al menos uno que se le parece) y otro del que nada sabemos.
Con fantasía o sin ella, la obra de Murakami está llena de personajes a la vez extraños y cercanos, siempre entrañables, donde siempre lo que importa es lo que se siente.También es cierto que le gustan mucho los gatos y el jazz.

José Javier Bataller

miércoles, 7 de enero de 2009

El clásico: El hombre en el castillo, de Philip K. Dick




Este comentario de El hombre en el castillo lo redacté hace más de diez años, después de leer la novela por primera vez. Ahora, a punto de releerla he desenterrado las impresiones que me produjo allá por el año 1998. Debo avisar que se habla del desenlace, así que por favor, todo aquél que no haya leído la novela que se abstenga de continuar.

Como casi todas las novelas de Philip K. Dick, El hombre en el castillo (1962) trata sobre personas grises en una sociedad gris. Dick se caracteriza por desorientar a sus personajes hasta el punto de que dudan de la realidad que los rodea, mezclando y engarzando entre sí mundos imaginarios y reales. En este caso, el escritor nos sitúa en una sociedad en la que los alemanes y los japoneses han ganado la segunda guerra mundial. Alemania domina la costa del Atlántico y Japón la del Pacífico, dejando para el centro una proliferación de pequeños estados.
El hombre en el castillo es un ejemplo claro de ucronía, género literario cuyo rasgo más destacado es ubicar al lector en un marco histórico distinto del real. Normalmente este universo alterno es igual al nuestro hasta un punto concreto en el que comienza a divergir; como puede ser el hecho que los aliados pierdan la segunda guerra mundial o que Felipe II muera en un accidente de caza y Don Juan de Austria lo suceda en el trono español, como ocurre en la novela de Eduardo Vaquerizo Danza de tinieblas (2005). Otra ucronía francamente interesante es El sueño de hierro (The iron dream, 1972) de Norman Spinrad, donde se presenta un mundo alterno en el Adolf Hitler es un famoso ilustrador que incluso se atreve a escribir una novela de ciencia ficción, que no es otra que la que el lector tiene en sus manos.
En esta obra de Dick son dos libros los que constituyen las piedras angulares de la historia: el libro chino I Ching (que existe en realidad), utilizado por los protagonistas como oráculo y La langosta, escrito por Hawthorne Abendsen, que describe un mundo en el que el destino de la guerra es el contrario a la realidad de los protagonistas, coincidiendo con el nuestro: la victoria de los aliados y la derrota del eje. En la novela desfilan toda una serie de personajes que han intentado adaptarse lo mejor posible en la sociedad que les ha tocado vivir sin conseguirlo plenamente y que ven en el libro un motivo de esperanza y de cambio. Sin embargo los servicios secretos alemanes creen que el libro de Abendsen es subversivo y puede alimentar una rebelión.
La contraportada de La langosta explica que el autor vive en una auténtica fortaleza en lo alto de una montaña y allí es donde se dirige Juliana, uno de los protagonistas, a advertirle de que la GESTAPO pretende asesinarle. Sin embargo, lo encuentra celebrando una fiesta en una casa normal y corriente de la ciudad de Cheyenne. Abendsen le explica a Juliana que realmente escribió el libro siguiendo las indicaciones del oráculo paso a paso. Ésta le pregunta al I Ching por qué escribió precisamente ese libro. La respuesta que obtienen es bastante clara: porque es la verdad.
El hombre en el castillo significó el único premio Hugo en la carrera de Philip K. Dick. En mi opinión no es su mejor libro, ni siquiera el más polémico o poco convencional; pero a diferencia de otros de sus títulos, el final es lo bastante explícito como para que el lector llegue a hacerse una idea terminal de la narración. . La mayoría de las veces los designios de Dick son inescrutables, al menos para mí. En este caso el final es inusualmente esperanzador, pues al menos Juliana está en posesión de la verdad y sabe que el mundo real es mucho mejor que aquél en el que está atrapada. Lo que no se plantea es si tiene alguna posibilidad de despertar a la realidad utópica que muestra La langosta o cómo podría conseguirlo.

José Javier Bataller

El ultracorto de enero

LA ÚLTIMA MODA


Este relato es uno de los pocos que escribí en 2008 y no fue publicado por el e-zine Efímero. Mandé tres al mismo tiempo y Más allá de la Nebulosa Cabeza de Caballo tuvo el honor de aparecer en el número 134 (el último efímero que contenía cuentos). Así que aquí tenemos La última moda, dando gracias que al fin y al cabo jamás llegó a implantarse...del todo.


El hombre regresó a su patria una tormentosa noche de finales de 1461. El secretario del rey recibió al embajador en su despacho privado. Eduardo IV llevaba sólo unos meses en el trono y estaba convencido de que los Lancaster no habían dicho su última palabra. Por eso había enviado a ese hombre al Este, a conocer al príncipe que había llenado de terror el corazón del sultán conquistador de Constantinopla con su violencia y sadismo.

- Valaquia está muy lejos – comenzó a hablar el secretario – y su ayuda limitada, pero aún así prefiero que las relaciones con ese fiero voivoda sean buenas.

- Y lo serán, Mí lord. El príncipe Vlad me ha prometido caballos y armas, ambas cosas le sobran tras despojar a los vencidos de sus pertenencias. También ha ofrecido instructores para enseñar a nuestros oficiales sus tácticas de guerra.

- ¿Y a cambio?

- Solamente el honor de sentirse aliado de una gran potencia como Inglaterra. Y otra cosa, apenas un capricho. Se trata de la nueva moda en Tirgoviste. Le gustaría que se implantase aquí a través de la corte.

- Espero, caballero, que no atente contra la dignidad ni la moral de la Iglesia.

- Oh, no Mí Lord. Más bien se trata de un asunto alimentario. Sobre la dieta a seguir.




José Javier Bataller

viernes, 2 de enero de 2009

ROGER ZELAZNY.ÉSE GRAN DESCONOCIDO


Quizás no sea realmente cierto que Roger Zelazny sea un desconocido. En los últimos años La Factoría de Ideas ha reeditado los cinco libros de la primera serie de Ámbar (eso sí en sólo dos volúmenes y con títulos que pueden llevar a engaño), Bibliópolis Fantástica Tú, el inmortal y todavía se puede encontrar en librerías El hombre que no existía en la edición de edhasa de principios de los años 2000 y con muchísima suerte algún ejemplar de la ediciónde de Minotauro de El señor de la luz, que ya cuenta con bastantes años. Este bagaje me parece escaso para un escritor de su valía. No voy a entrar en las pocas reediciones que se hacen de la obra de Zelazny sino en el poco porcentaje de su obra que se ha editado en castellano. Aparte de las obras mencionadas, la editorial Argentina Adiax editó Señales en el camino y los volúmenes de cuentos El hombre que amó a una Faiolí, Una rosa para el eclesiastés y El último Defensor de Camelot, en Martínez Roca se podían encontrar los dos volúmenes de la serie de Dilvish el Maldito , en MiraguanoCriaturas de luz y tinieblas, en Dronte las magníficas Hoy escogemos rostros y La isla de los muertos y Plaza&Janés El amor es un número imaginario, otro volumen de cuentos. Todas ellas inencontrables hoy en día fuera de las ferias del libro antiguo y de ocasión. También se podía encontrar algún que otro cuento o novela corta de Roger Zelazny en las selecciones de Bruguera de cuentos de ciencia ficción y la revista Nueva Dimensión. No olvidemos Deus Irae, escrito en colaboración con Philip K. Dick, que también se editó en castellano en los años ochenta.
Sin embargo se han quedado otras muchas obras en el tintero. Yo he podido leer algunas de ellas en inglés o en francés y no desmerecen en nada su obra publicada e incluso en mi opinión son mejores que el ochenta por ciento de lo que se publica en la actualidad traducido del inglés. Sobre todo me sorprende que no se haya traducido al castellano la segunda serie de Ámbar, compuesta también por cinco novelas. No se me ocurre el por qué de este hecho. ¿No existe mercado en castellano para la fantasía? No lo creo, cuando se publican novelitas de Buffy cazavampiros, Resident Evil o Warhammmer sin ir más lejos. ¿Será que los editores piensan que no va a gustar la fantasía de Zelazny? Puede que sea ésa la razón, equivocada, por supuesto. Yo creo que la fantasía inteligente también tiene cabida en el mercado actual. Espero que alguna editorial tome ejemplo y ya que se han editado últimamente dos novelas inéditas de Robert A. Heinlein de los años ciencuenta, a alguien se le ocurra continuar con Roger Zelazny. Yo, al menos, no lo olvido. Como tampoco lo hicieron los escritores de ciencia ficción que le dedicaron un volumen de cuentos Lord of Fantastic, inédito en castellano, por supuesto.


Javier Bataller